viernes, 28 de abril de 2017

RAMON CASAS Y ARCHER M. HUNTINGTON

La anterior entrada del blog referida a la actual exposición del Museo del Prado, "Tesoros de la Hispanic Society of America", esbozaba la interesante relación que Archer M. Huntington mantuvo con los pintores Sorolla y Zuloaga, pero también con muchos otros. Es poco conocida la que tuvo con Ramon Casas y sobre ese tema habla el artículo de Emiliano Cano (www.mots.tv), especialista en este pintor, que incluyo a continuación.

Ramon Casas en Nueva York. Sorolla, Zuloaga y Huntington.
Emiliano Cano Díaz. Abril 2017

Al hilo de la exposición “Tesoros de la Hispanic Society of America” que se celebra actualmente en el Museo del Prado, es oportuno recordar el primer viaje a EEUU del pintor Ramon Casas, y sobre todo su estancia en Nueva York desde mediados de febrero hasta el 20 de Abril de 1909, coincidiendo con las exposiciones individuales de Joaquín Sorolla (8 de febrero al 8 de marzo) e Ignacio Zuloaga (21 de marzo al 11 de abril) en la Hispanic Society de Archer M. Huntington.

El viaje de Ramon Casas, que había comenzado el 28 de octubre del año anterior partiendo en barco desde Cherburgo (Francia) se debió, en palabras de su amigo Miquel Utrillo, “a la muerte de su novia, con que duraba desde hacía 16 años, de modo que el disgusto ha sido mayúsculo” (Carta a Francisco Valladar. 18/1/1909).

La novia de Casas, Emilia Huet i Bas, había fallecido el 10 de septiembre de 1908, y la invitación al viaje provenía de Charles S. Deering, hombre de negocios, coleccionista de arte, admirador de Casas, y amigo también de los afamados pintores John Singer Sargent y Anders Zorn. Así, aunque el viaje supusiera por una parte una válvula de escape para el pintor después de una importante pérdida personal, también presentaba a priori una buena oportunidad profesional en la que darse a conocer al público americano, con la ayuda y complicidad de Deering.

Ramon Casas, Charles Deering y James Deering. 1909 

Atendiendo a la abundante correspondencia conservada (principalmente en el Fondo Sala Parés del MNAC), durante los seis meses de aventura americana Casas pintó once retratos al óleo, que ordenamos cronológicamente: Grace Thaxter Howe (tía de Richard Flint Howe, cuñado de Charles Deering); Richard Flint Howe con su hijo William (retrato doble del cuñado de Charles Deering y su hijo); Marion Deering (esposa de Charles); Roger Deering (hijo de Charles); William Deering (padre de Charles); Clara Cumming (esposa de William Deering); Señor Keep; Señora Keep; Virginia Bacon (amiga de los Deering); James Deering (hermano de Charles); y finalmente el de su anfitrión, Charles Deering. Asímismo Casas realizó una treintena de retratos al carboncillo, entre ellos los de Gonzalo Quesada (ministro cubano en Washington), Lady Johnston, el del Comandante de Marina del barco Alabama, su autorretrato y diversos retratos de miembros del clan Deering. Y por último también retocó al pastel un centenar de reproducciones fotográficas de dibujos propios, de las que solo hemos identificado un retrato de Miquel Utrillo (copia del original del MNAC) que se encuentra en el Deering Estate en Cutler, Miami (reproducido, junto con varias de las obras citadas anteriormente, en Isabel Coll, Charles Deering and Ramon Casas, Northwestern University, 2012). 

“Retrato de Charles Deering”, por Ramon Casas. Nueva York, 1909

Durante el viaje, intensos periodos de actividad pictórica se fueron mezclando con otros de entretenimiento, espectáculos y fiestas, igualmente intensos. En cuanto a los primeros, si bien Casas manifestaba en sus cartas que “Aquí se está muy bien pero tengo ganas de descansar en casa porque me he hecho un hartón de trabajar y pienso que ya he hecho bastante dinero" (28/3/1909, a Josep Meifrén), e incluso que “después de pintar tengo que echarme un rato porque me entra como una especie de mareo que es el resultado de haber trabajado todo este tiempo sin descanso ni los domingos” (6/4/1909, a Utrillo), lo cierto es que sus pinturas al óleo (a excepción de los retratos para el matrimonio Keep, de Washington, a los que conoció en la travesía transatlántica), quedaron circunscritas al estricto ámbito privado de la familia Deering, y por tanto no tuvieron repercusión alguna en los círculos artísticos americanos.

"Autorretrato de Casas dedicado a la Sra. Bacon". Nueva York, 1909

El 11 de abril de 1909 aparece en el periódico The Sun un amplio reportaje sobre Casas que comenzaba así: “Al contrario que el Señor Sorolla, que trajo en persona sus lienzos por valor de 100.000$ a América, o del Señor Zuloaga, que permaneció en París mientras enviaba sus cuadros a esta nación, Ramon Casas ha venido sin un solo lienzo, a pesar de ser conocido en España como uno de los retratistas con más éxito”. Esta falta de previsión de la exhibición pública de su obra, puesta en relieve por el periodista de The Sun, explica en parte la poca repercusión de su trabajo, aunque sospechamos que el mayor inconveniente pudo deberse precisamente a la presencia de Sorolla en Nueva York, que coparía para sí mismo el espacio de novedad y exotismo por “lo español” que los aficionados americanos pudieran manifestar.

“Retrato al carboncillo de Grace Thaxter Howe”, por Ramon Casas. Colorado Springs, 1908

Casas fue testigo directo del creciente éxito del pintor valenciano. Así, después de su periplo por el continente norteamericano (de Nueva York hasta Los Ángeles, pasando por Colorado Springs, y después Miami, La Habana y Washington), regresa de nuevo a Nueva York a mediados de febrero de 1909, instalándose en unas habitaciones del Waldorf Astoria (quizá el hotel más exclusivo de la ciudad) desde donde escribe a Utrillo (11/3/1909): “Sorolla ya ha hecho la exposición y parece que ha hecho muchos cuartos: ha tenido éxito sobre todo por los cuadros: los retratos no han gustado nada y por eso sólo está haciendo dos”. Nótese el cierto tinte de rivalidad en esta primera impresión sobre los retratos, que sin embargo cambiará rápidamente en su carta del 28 de Marzo: “En cambio [por comparación a Zuloaga] todos hablan de Sorolla y encuentran que sus retratos estaban muy bien”. Para terminar concluyendo el 6 de abril: “Sorolla lo ha reventado”.

Automóviles aparcados frente a la HSA durante la Exposición de Sorolla, 1909

Al contrario que otros pintores e intelectuales de su generación, Casas había sentido siempre un aprecio sincero por la pintura de Sorolla. Es muy reveladora su crónica en Pel i Ploma (1/7/1900) de la Exposición Universal de París de 1900, en la que “La Carga” (por la que más adelante obtuviera tantas recompensas), había sido rechazada por la comisión después de un cambio de normas en las fechas de envío. Fiel a su carácter noble, Casas reconocía sin ambages que “el mejor envío es el de Joaquín Sorolla, al que el jurado ha concedido en justicia la medalla de honor española”. Al año siguiente apareció también en Pel i Ploma (Junio de 1901) una primera Cabeza al carboncillo de Sorolla, dibujada por Casas, junto a un texto muy elogioso firmado por Utrillo. Y más adelante, en 1904, Casas le hizo un segundo retrato de medio cuerpo durante su estancia en Madrid, que fue a su vez reproducido en el nr.12 de Forma, donde se fueron publicando hasta el cierre de la revista en 1908 dibujos y nuevos artículos laudatorios hacia la obra del pintor valenciano.

“Joaquín Sorolla, pintor”, por Ramon Casas. Pel i Ploma n.77. Junio 1901

En cuanto a la recepción de la exposición de Zuloaga en la Hispanic Society, también son muy interesantes los comentarios de Casas que contiene su epistolario, habiendo de tener presente que Casas y Zuloaga eran amigos entrañables desde que coincidieran viviendo en París hacia 1890. Escribe a Utrillo el 11 de marzo de 1909: “Zuloaga creo que llega un día de estos y sus cuadros ya están aquí”, y después el 28 de marzo: “Ayer fui a ver la exposición de Zuloaga y nada menos que con señoras de las más entendidas aquí (una de ellas tiene casa en Versalles y conoce mucho a Lobre). Pues bien aquí no ha gustado nada y ha tenido la mala ocurrencia de poner algunos retratos como cebo, y chico, no pican: lo encuentran ordinario y en eso tienen un poco de razón porque ha pintado un señor de aquí que parece un pordiosero bien vestido [quizá el retrato de Mr. F, n.16 del catálogo]. Él no ha venido y con eso ha hecho santiamén.” Y por último escribe el 6 de abril: “La exposición de Zuloaga cada día gusta menos y me parece que no hará ningún dinero”. De nuevo hay que subrayar que la crítica de Casas se centra en los retratos (su especialidad), ámbito en el que era (y quizá se sabía) superior a sus dos colegas españoles. 

“Retrato de Mr. F.”, por Ignacio Zuloaga. Catalogue of paintings by Ignacio Zuloaga. The Hispanic Society of America, 1909

Volviendo a la fortuna de Casas en América, diversos datos indican que las circunstancias bien pudieron haber sido otras, en las que su arte hubiera gozado de una proyección mayor. Para ello el pintor tendría que haber realizado retratos de personalidades influyentes, cosa que intentó, según leemos en una carta dirigida a Utrillo el 21 de enero de 1909: “Después estoy trabajando para hacer un retrato al carbón del presidente [probablemente William Howard Taft, que sí fue retratado por Sorolla], y por ahora una hija suya, muy amiga de la señora Keep (de quien hago el retrato), dice que se encarga.” También, según el artículo citado de The Sun, “El Señor Casas está ansioso por subsanar un error aparente [venir a EEUU sin cuadros que mostrar] y está haciendo preparativos para una exposición temprana de su obra”, en la que figurarían algunos retratos pintados en América junto a otros que tenía ya encargados y que realizaría en Barcelona con la ayuda de dibujos preparatorios (el de Lady Johnston, y quizá también los de Gonzalo de Quesada, Mr. Pinchot, y los cantantes de ópera Mary Garden y Florencio Constantino). Asimismo figurarían en la exposición “muchos de los retratos por los que ha obtenido honores, el más notable el del Rey Alfonso XIII, que obtuvo premios en Berlín, Munich, Madrid, Barcelona y Zaragoza.” (Se trata del retrato ecuestre de Alfonso XIII, perteneciente en la actualidad a Patrimonio Nacional, en el Palacio Real de Río Frío).

“Retrato ecuestre de Alfonso XIII”, por Ramon Casas. Madrid, 1904. (Foto IPCE. Archivo Moreno)

Aunque no se tienen noticias de la proyectada exposición, que quedó truncada por causas que desconocemos, el epistolario indica que pudo haber tenido lugar precisamente en la Hispanic Society. Escribe Casas a Utrillo el 28 de marzo de 1909: “Ayer cené con aquel señor que no me acuerdo cómo se llama (a quien tú ya conoces) que ha traído a Sorolla y Zuloaga y me parece que nos arreglaremos para hacer una exposición el año que viene”. El señor de la cena ha de ser Archer Milton Huntington. Desgraciadamente la Hispanic Society guarda muy poca documentación referente a su fundador, que “justo antes de su fallecimiento, destruyó cuanta correspondencia y documentación personal le fue posible” (P. Lenaghan en el Catálogo de la Exposición Tesoros de la Hispanic Society of America, Museo del Prado, 2017). Sin entrar ahora en las implicaciones para la historia de la colecciones de ese impulsivo acto, el hecho constituye una dificultad añadida a la hora de establecer las causas que impidieron la realización de la exposición (quizá una de ellas tuviera que ver con los recelos de Huntington hacia Deering, el protector de Casas, al que al parecer no encontraba méritos para ser miembro de la Hispanic Society). En cualquier caso, analizando los datos que nos han llegado, por una parte parece evidente que Casas tenía la idea de exponer su obra y volver a EEUU más adelante, tal como le escribe a Josep Meifrén (5/1/1909): “Con todo ya llevo ganados limpios cuatro mil duros y con los que me faltan por hacer ganaré 6 ó 7 mil más, para empezar me parece que no está mal, y si otra vez quiero volver (cosa muy probable) me queda trabajo para un año.” Y de nuevo a Meifrén (28/3/1909): “Cuando los termine [los cuadros a realizar en Barcelona] volveré, porque he dejado mucho trabajo por hacer”. Pero al mismo tiempo sabemos por una carta a Utrillo ya de regreso desde París que el agotamiento de las últimas semanas le había dejado una sensación amarga respecto a su estancia (23/4/1909): “Te escribo porque, como puedes deducir, tengo necesidad de ello. París no es USA. París es algo muy nuestro. Lo otro, para ver, y marcharse.”

Como hemos adelantado, al año siguiente Casas no volvió a América, sino que visitó París en mayo junto a Júlia Peraire, su modelo preferida desde 1905, con la que había entablado una relación sentimental tras su regreso de EEUU. Ese verano de 1910 viaja con Deering por centroeuropa, y a su vuelta a Barcelona pinta la segunda versión de “La Carga”, realizada para James Deering, el hermano de Charles (Carta de Casas a Deering, 26/10/1910). En el verano de 1911 vuelve a viajar con Deering por Bélgica y Holanda y para fin de año planea un nuevo viaje a EEUU (La Publicidad, 9/8/1911), que tampoco llega a producirse, aunque su amigo Pompeu Gener lo da por hecho en las páginas de La Mundial (febrero 1912): “En estos momentos y acompañado de Mr. Dyring [sic], un millonario americano, están recorriendo en dicho vehículo [se refiere al automóvil] la América del Norte, cual hizo ya [hace] dos años, pasando luego a Méjico, y trasladándose después a las Antillas en un yate de recreo.” De nuevo se desconoce la causa de la cancelación de esta segunda excursión americana (quizá tuviera que ver con el delicado estado de salud de su madre, que muere en noviembre de 1912), pero en cualquier caso sabemos que Casas no permaneció en Barcelona esos meses, sino que vuelve junto a su Júlia a París, donde reside entre noviembre de 1911 y marzo de 1912.

“Autorretrato con Júlia Peraire en una carta a Deering”. Barcelona, 5/6/1911. (Northwestern University Libary. Evanston, IL) 

Por lo que respecta a su relación con la Hispanic Society, el 13 de enero de 1919 Ramon Casas es elegido miembro correspondiente de la Sociedad, reconocimiento reservado a “distinguidos artistas, hombres de letras, e hispanistas, cuyas contribuciones al arte y literatura de España, Portugal, y los países hispanos, representen la vida y cultura de sus naciones.” (The Hispanic Society of America, 1944). Sin embargo no fue hasta el 1 de diciembre de 1928 que, gracias a la intermediación del pintor José María López Mezquita, una obra suya, “La Santera” (c.1915), pasó a formar parte de la colección neoyorquina, en compañía de “Calvario en Sagunto”, de Santiago Rusiñol, y “Catedral de Tarragona”, de Joaquín Mir.

“La santera” es una obra poco característica de la producción del pintor catalán, pero vino a llenar un hueco en la colección de la Hispanic Society, y a subsanar, aunque fuera sólo en una pequeña parte, la frustración por una relación, la de Casas y Huntington, que lamentablemente nunca llegó a prosperar.

“La Santera”, por Ramon Casas. c.1915. Hispanic Society of America, New York

martes, 25 de abril de 2017

TESOROS [PERDIDOS] DE LA HISPANIC SOCIETY OF AMERICA

Hasta el 10 de septiembre podremos ver en el Museo del Prado algunos de los tesoros de la Hispanic Society of América que han sido instalados, con acierto, en dos espacios diferenciados, aunque solo uno de ellos merecería en puridad el título de "Tesoros" a los que habría que calificar de "perdidos". 
Mapamundi de G. Vespucci, Sevilla 1526

Ver la sección de Tesoros [perdidos] de la Hispanic Society, que es la que se encuentra en la planta baja de la ampliación Jerónimos del Museo, produce sentimientos encontrados: la emoción, por una parte, de poder contemplar joyas únicas del patrimonio histórico-artístico español, y la tristeza de saber que muchas de ellas fueron adquiridas aprovechando épocas de penuria económica y cultural de nuestra reciente historia.
Píxide. Madinat-al-Zahra; Córdoba, h.966

Duelen de manera especial todas aquellas piezas que fueron vendidas por quienes no tenían titulo de propiedad sobre ellas, por lo que su adquisición, ya sea dentro como fuera de España supondría en todo caso un fraude de ley. Nadie puede vender lo que no es suyo y nadie debería comprarlo alegando ignorancia de la propiedad pues la propia naturaleza de los objetos proclama su origen y pertenencia al patrimonio español tanto civil como eclesiástico.

Custodia procesional. Cristóbal Becerril. Cuenca  S.XVI

La especialista Inmaculada Socias de la Universidad de Barcelona, de lectura obligada en materia de comercio del arte, en su artículo Archer Milton Huntington (1875-1955): Mecenazgo, coleccionismo y comercio del arte, refiere cómo el rico coleccionista americano había tejido una potente red de agentes de arte nacionales e internacionales que estaban a su servicio. La red no solo incluía agentes que se movían por los principales mercados de arte europeos y americanos, sino también a un importante numero de "agentes nacionales" de un amplio abanico profesional, formado por "marchantes profesionales, historiadores, archiveros, individuos vinculados a las Comisiones de Monumentos Históricos o a otras instituciones culturales, entidades que, sin duda, ofrecían una ventajosa y privilegiada atalaya para el comercio del arte". 

La especialista busca y analiza las causas que propiciaron e impulsaron la salida de numerosos objetos de arte fuera de nuestras fronteras a lo largo del siglo XIX y principios del XX, "en los fenómenos que sacudieron la sociedad española como fueron los conflictos bélicos, las desamortizaciones, la desestructuración económica y social del país, y una legislación laxa o insuficiente" en la materia. 
A.M. Huntington viajando por España en 1892

Sorprende, no obstante, que tras un lúcido análisis de las circunstancias mencionadas, la especialista considere que el fenómeno ha sido injustamente tildado de "expoliación" ... "porque una cosa es el expolio de bienes, es decir, la apropiación violenta de algo que pertenece a otra persona o institución y otra muy distinta es la compra-venta de objetos de arte en el mercado". Siento no poder estar de acuerdo en este punto con la Sra. Socias pues el concepto de "expoliación" no se circunscribe a la "apropiación violenta" ya que también se define como "apropiación con iniquidad" es decir con gran injusticia, en este caso la derivada de aprovecharse de circunstancias de penuria económica para realizar ventajosas transacciones comerciales. 

En todo caso hay que insistir en la distinción entre la faceta de comprador de obras artísticas del patrimonio histórico-artístico español (tesoros) y la adquisición de obras de artistas vivos de la época, encomiable desde todo punto de vista por su contribución a la proyección de la pintura española del momento.  

LA EXPOSICIÓN DE TESOROS

La colección de arte hispánico de Huntington refleja por una parte su deseo de reunir objetos artísticos que completaran periodos históricos, como si de un puzzle se tratara, incorporando todos aquellos que pudieran constituir referencias que faciliten el conocimiento y comprensión de los momentos elegidos de la historia. Por otra parte la colección trasluce su interés por las artes decorativas que se evidencia en la naturaleza de las piezas seleccionadas. 

La primera parte de la exposición en la planta baja, propone un recorrido cronológico y temático por la producción artística en España a través del tiempo, con piezas arqueológicas procedentes de yacimientos de la península, escultura romana, cerámicas espectaculares procedentes de Valencia y Toledo, vidrios, maravillosas piezas de ebanistería, forja, tejidos, joyas islámicas y cristianas medievales incluyendo vestiduras eclesiásticas. 


Dos platos de cerámica de Manises del S.XIV y XV 

El recorrido incluye una amplia muestra del arte en los territorios de influencia española, América Latina, y Filipinas, en general de arte colonial hasta el siglo XIX. 
Detalle del dibujo del Plano de México de Anselmo López. Mexico 1778


De la exquisita selección de pequeñas esculturas destacar el Matrimonio místico de Santa Catalina, realizado en terracota por Luisa Roldán, "La Roldana", o el San Martín a caballo, una talla en madera policromada de mediados del siglo XV.


Detalle de los desposorios de Santa Catalina de Luisa Roldán. Fines XVII

Particular relevancia tiene la presencia de grandes maestros de pintura española, no tanto por su número cuanto por su importancia y calidad: Valdés Leal, Morales, Zurbarán, el Greco, Velázquez o Goya.


El Greco. Retrato en miniatura de un hombre. H.1586-1590

En este grupo de pintores incluyen, con lógica, al flamenco Antonio Moro, ya que a pesar de su origen es considerado como el mejor representante del retrato español del siglo XVI (a pesar de ello el Museo del Prado ha desmontado recientemente la Sala 56, única que reflejaba íntegramente el retrato de ese periodo, para instalar a Antonio Moro en el ámbito de la pintura flamenca). 


Anthonis Mor. Fernando Álvarez de Toledo, tercer Duque de Alba, det. 1549

La exposición incorpora una muestra de la impresionante biblioteca que Huntington logró reunir, adquiriendo, entre otros, los fondos de la biblioteca del Marqués de Jerez de los Caballeros o los miles de volúmenes que compró al librero alemán Karl Hiersemann. En este apartado, destacamos un Libro de horas negro del siglo XV, de los que no existen más de media docena en el mundo. Éste y otros manuscritos, libros y documentos se muestran mediante un montaje que permite apreciarlos desde distintos ángulos.


Libro de horas negro: Horae beatae marie secundum usum curie romane h.1458


LA GALERÍA DE RETRATOS

Subiendo a la planta superior (Sala C) encontramos una amplia selección de la colección pintura española del siglo XIX y principios del XX de la Hispanic Society, formada en su mayor parte por pintores con los que el magnate mantuvo una relación personal.

Huntington organizó desde 1909 más de una docena de exposiciones en la Hispanic Society, entre las que destaca la de Joaquín Sorolla en 1909 para la que el pintor se trasladó a Estados Unidos con más de 300 obras, y en la que cosechó un inmenso éxito; poco después tuvo lugar la de Ignacio Zuloaga con treinta ocho telas, sin comparación ni en número ni estilo a la de Sorolla, que quedó ensombrecida por el éxito de la anterior.

La representación de ambos artistas en la actual exposición es proporcional a su presencia en la colección americana, amplísima en el caso de Sorolla y mucho más reducida en el caso de Zuloaga.

Autorretratos de Sorolla (1907)y Zuloaga (1908) presentes en la exposición

La galería de retratos de personajes de la cultura española está dominada por los retratos encargados a Sorolla, de los que catorce figuran en la exposición, donde algunos parecen haber sido realizados con cierta prisa.

Sorolla. Retratos de  Azcárate (1917), Pardo Bazán (1913), Juan Ramón Jiménez (1916) y Machado (1918).

La relación de Huntington con otros artistas de la época presentes en su colección también se encuentra reflejada en la exposición en la que podemos ver obras de algunos de ellos como López Mezquita, de quien se expone el interesante retrato del coleccionista; unas vistas de ciudades de Beruete, los autorretratos de Domingo Marqués e Ignacio Pinazo, y algunas obras de Anglada Camarasa, Zubiaurre, Ramón Casas,  Isidre NonellViladrich.

Detalle del Retrato de A.M. Huntington de 1926 de J.Mª López Mezquita, HSA

Para terminar haré mención al apartado "Madrazo" que ocupa un rincón de la Galería de Personajes de la Exposición, en el que se presenta un grupo de tres retratos vendidos al coleccionista por Raimundo de Madrazo. Sorprende que  el pintor se desprenda de obras pertenecientes a su ámbito familiar, incluyendo algunas de su cuñado Mariano Fortuny, aunque también le vende otras muchas como el Pedro Mocarte de Goya, la Sagrada Familia de El Greco, algunas de las vestiduras eclesiásticas que se exponen y una importante colección de textiles de la familia Fortuny.

De los retratos expuestos nos vamos a detener en el de Federico Madrazo pintado en París por su amigo Carlos Luis de Ribera. Esta obra forma "pareja" con el Retrato de Carlos Luis de Ribera pintado por Federico Madrazo, que muchos recordarán por ser la obra principal de la reciente exposición Efigies Amicorum del Museo del Prado.
Carlos Luis de Ribera. Retrato de Federico Madrazo. 1839 HSA

La historia de esta "pareja" de retratos se origina en París, en 1839, cuando Federico de Madrazo y Carlos Luis de Ribera, ambos con 24 años, estaban pensionados en París y deciden retratarse el uno al otro. En cada uno de los retratos está inscrito el nombre del representado, en letras capitales, la firma de quien lo pintó y la ciudad en la que se realizó, para que no hubiera duda de la personalidad de cada uno. El objetivo era participar con ambos retratos en la exposición de la Academia de Bellas Artes de Madrid, donde mostrarían la forma de hacer de las jóvenes promesas, que indudablemente contrastarían con el tipo de obras que se hacían en ese momento en España, en general de carácter clásico o anticuado.

Ello dio lugar a todo tipo de comparaciones entre ambos y en general la crítica, entonces como ahora, se ha decantado por considerar de más interés el pintado por Madrazo, relegando inmerecidamente la pintura de Ribera, que ahora tenemos la ocasión de poder observar con detenimiento. Es de suponer que a Madrazo le gustó mucho su retrato pues poco después hizo una copia del mismo, en la que únicamente cambia el color del chaleco, que se encuentra en el Museo de Goya en Castres (Fr).

Federico de Madrazo. Autorretrato, 1840 Museo de Goya, Castres

Para terminar, decir que entre las muchas otras obras que me hubiera gustado ver de la Hispanic Society se encuentra una pequeña obra anónima, aunque algunos especialistas consideran que pudo ser realizada por Isabel Sánchez Coello, se trata de La Familia de Felipe II, una obra llena de encanto y sensibilidad con la que cierro esta entrada.

La Familia de Felipe II. 1583-85; óleo sobre lienzo de 50 x 80 cm. HSA



domingo, 16 de abril de 2017

COMISIÓN CIENTÍFICA DEL PACÍFICO

Portada del album fotografico realizado por Rafael Castro Ordoñez 
regalado al emperador de Brasil Pedro II en 1862

Con el nombre de Comisión Científica del Pacífico se conoce a la más importante acción científica ultramarina de la ciencia española del siglo XIX, una expedición que tuvo lugar entre 1862 y 1865. En ella participaron un grupo de científicos de diversas procedencias, integrados en una escuadra comandada por el general Hernández Pinzón formada por dos fragatas, Resolución y Triunfo, a las que se unió durante el viaje la goleta Covadonga.

Su principal objetivo era el de recoger toda clase de objetos de los tres reinos para el Museo de Ciencias Naturales así como la captura de seres vivos que se pudiesen aclimatar y ser útiles a la economía española.

La expedición se organizó en pleno auge de la ideología liberal, durante el reinado de Isabel II, siendo jefe de gobierno el general O’Donnell (1858-1863), a impulso del entonces Ministro de Fomento, Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega Armijo. 

Isabel II y el jefe de Gobierno, General O'Donnell

Antecedentes

El 26 de marzo de 1860 el Ministro de Estado comunica al de Marina la necesidad de enviar una escuadra a las costas del Pacífico, una expedición militar y política, con el objetivo de recuperar influencia en en los antiguos territorios americanos, que hasta bien entrado el siglo habían formado parte de la corona española, constituidos ahora en repúblicas independientes. Un objetivo no declarado era la búsqueda de un emplazamiento para una base naval en la zona que permitiera restablecer y reorganizar la presencia española en el área, complementando la estación naval establecida en Montevideo desde 1845 y, en la medida de lo posible también se busca intentar negociar el cobro de deudas pendientes, en especial una indemnización relacionada con ciertos incidentes ocurridos en 1858 con un barco mercante español.

Después de dos años de preparativos, cuando la escuadra estaba prácticamente lista para salir, surge la idea de incorporar a la misma una misión científica. Parece que un artículo de un periódico opositor al gobierno de la Unión Liberal habría criticado que la escuadra que iba a viajar a América no incluyera una comisión científica, como ocurría en otros países desarrollados, a lo que desde el gobierno se contesta que ya estaban trabajando en esa idea. A partir de ese momento se inicia a marchas forzadas la preparación de la expedición científica por parte del Director General de Instrucción Pública, Pedro Sabau, quien el 27 de mayo de 1862 escribe al Ministro de Fomento:

        "Estando destinada al Pacífico una Escuadra mandada por el General Pinzón, es muy conveniente que en ella vaya una misión científica, como lo practican las naciones cultas en casos semejantes y lo ejecutó España con tanta gloria como la que más en la segunda mitad del pasado siglo ... esta Dirección General tiene la honra de someter a su superior aprobación, las siguientes bases, para preparar el proyecto que tanto interesa al adelantamiento de las ciencias y a la gloria nacional..."

El Ministro de Fomento, el Marqués de la Vega Armijo dará los órdenes oportunas para la formación de una comisión consultiva que se encargue de su configuración y puesta en marcha, considerando que la incorporación del grupo científico, dotaba a la expedición de nuevas y más altas misiones en favor de la investigación y la ciencia: el estudio de la zoología, botánica, etnografía y geografía americanas, siguiendo una tradición expedicionaria cuyos precedentes, Mutis, Mociño y Sessé, Bustamante y Malaspina... constituían páginas  ejemplares de la ciencia en España.

Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega Armijo

La falta de credibilidad o la incapacidad para gestionar tan delicadas tareas por parte de políticos y militares, producen desconfianza en alguno de los países del Pacífico visitados, especialmente en el Perú, por la suposición de motivos ocultos de la misma. A pesar de la aparente buena acogida que recibirá la escuadra en la mayoría de puertos en que recala, a su llegada al Perú un incidente en una hacienda en la localidad de Talambo, en la que están involucrados trabajadores españoles, es suficiente para hacer aflorar las hostilidades, la escuadra española ocupa las islas Chincha, importante fuente de riqueza del Perú por la producción de guano. Esa ocupación (14.4.1864) supone el inicio del conflicto y el final de la expedición científica que será desembarcada y dejada a su suerte en tierra.

La Guerra del Pacífico, como se denominó en España al conflicto bélico que se desencadenó, duró dos años, hasta el 10 de Mayo de 1866, momento en que la escuadra española considera su honor satisfecho y abandona de forma unilateral las costas peruanas camino de Filipinas. Fue un conflicto en el que todosv perdieron, ya que no puede decirse que hubiera ganadores por más que de uno y otro lado se hayan intentado escribir páginas de gloria para describir su papel en la contienda.

Pero dejando a un lado la historia del conflicto bélico, el hecho es que, como hemos comentado, su inicio marca el punto de escisión a partir del cual ambas misiones, la militar y la científica, van a seguir caminos diferentes y ya no se volverán a encontrar. En todo caso a la hora de hablar de la expedición científica, no se puede obviar esta simbiosis con el ámbito político-militar, fundamentalmente porque la expedición no hubiera existido bajo otras circunstancias pero además porque la improvisación y el apresuramiento en su preparación junto a la falta de instrucciones específicas a los responsables de la armada en relación con las tareas científicas van a constituir un lastre para su desarrollo.

La Comisión para formar la Comisión

Volvemos por tanto al momento en que se tomó la decisión de agregar una expedición científica a la escuadra que se había preparado durante dos años para su misión en tierras americanas, mientras que a la organización de la expedición científica se le dedicarán apenas dos meses. El ministro de Fomento ordena la creación de una comisión que se encargue de los preparativos de la Comisión Científica del Pacíficoi como se la denominaría desde entonces. Dos personajes sobresalen en su organización, por parte gubernamental, el Director General de Instrucción Pública, Pedro Sabau Larroya (1807-1879), y por el lado científico, el director del Museo de Ciencias Naturales Mariano de la Paz Graells (1809-1898).
Pedro Sabau Larroya  por J. Galván y Mariano de la Paz Graells por J. Arrau

A finales de mayo de 1862 se reúne por primera vez la Comisión formada por ocho miembros que debía definir el proyecto científico y seleccionar al personal, además de elaborar un reglamento para los comisionados y facilitar la adquisición del equipamiento necesario. En ella se toma la decisión de poner a la cabeza de la misma a D. Patricio María Paz y Membiela, marino jubilado y naturalista aficionado; se invita a participar a una serie de profesores de Ciencias Naturales y Físicas además de dos disecadores y un colector y se decide incorporar un fotógrafo, lo que supondría una auténtica novedad en ese tipo de expediciones por la presencia de un instrumento tecnológico que busca potenciar las posibilidades de difusión y propaganda de la empresa. Es probable que la idea de incorporar un fotógrafo a la Comisión partiera de Mariano de la Paz Graells, de quien sabemos que muchos años atrás, el 18 de noviembre de 1839, formó parte del grupo de científicos que tomaron el primer daguerrotipo de Madrid, una imagen, hoy perdida, del palacio real visto desde la otra orilla del río.

La desconfianza de estar insertos en una misión militar pudo ser la causa de que solamente uno de los científicos propuestos, el profesor Amor, aceptara la invitación, pero este revés se vio compensado por el ofrecimiento de otros jóvenes profesores como voluntarios para participar, por lo que el 9 de Julio tenían el grupo formado, aunque todavía se produciría la baja del cronista, Amós Bustamante, cuyas funciones se reasignan al vicepresidente y al secretario de la Comisión; y la renuncia por enfermedad del fotógrafo Rafael Fernández de Moratín.

Finalmente, la Comisión Científica del Pacífico, quedó constituida por ocho personas: Patricio María Paz y Membiela (Presidente), marino retirado y aficionado a los moluscos, dada su doble condición debería servir de enlace entre los científicos y los militares. Fernando Amor y Mayor (vicepresidente), naturalista especializado en anfibios, era el director científico del grupo. Francisco de Paula Martínez y Sáez (Primer ayudante y secretario), naturalista, profesor ayudante del Real Museo de Historia Natural. Marcos Jiménez de la Espada (Segundo ayudante), naturalista, profesor ayudante de la Facultad de Ciencias de Madrid y del Museo de Historia Natural. Juan Isern y Batlló, botánico, profesor ayudante en la Universidad Central de Madrid y colector del Museo de Ciencias y del Jardín Botánico. Manuel Almagro y Vega, doctor en Medicina y antropólogo, Bartolomé Puig de Galup. médico, disecador del gabinete de Historia Natural de la Universidad de Barcelona y Rafael Castro y Ordóñez, fotógrafo, pintor y dibujante. 

Los ocho miembros de la comisión  científica al Pacífico. 
De izquierda a derecha: Castro Ordoñez, Fernando Amor, Paz y Membiela, Martínez Sáez, Puig de Galup. Subiendo la escalera hacia la izquierda, Almagro, Jiménez de la Espada y Juan Isern.

El fotógrafo del grupo, Rafael Castro Ordoñez, realiza esta foto en el mes de julio de 1862 cuando se reúnen en Madrid los ocho miembros de la expedición en una escalinata del Palacio de Goyeneche, en  el número 13 de la calle Alcalá, en cuyo primer piso se ubicaba entonces la sede del Museo de Ciencias Naturales, compartiendo edificio con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 


LOS CIENTÍFICOS
Patricio Mª Paz Membiela (El Ferrol, 1808 - Madrid, 1874)

Patricio Mª Paz Membiela. Presidente
Detalle de la fotografía de grupo. R. Castro Ordoñez. Madrid, Julio 1862

Paz Membiela fue el elegido para presidir la Comisión por su doble condición de marino y naturalista aunque, paradójicamente ambas condiciones resultaron negativas para el ejercicio de su función. Era un marino gallego de 54 años, retirado a causa de su sordera, había residido largo tiempo en Cuba, donde se aficionó al cultivo de las ciencias naturales y a la conquiliología (rama de la malacología que se ocupa del estudio de las conchas de los moluscos). La sordera no le impediría dirigir la Comisión aunque al parecer sí su mal genio. Tuvo discusiones con sus compañeros que se quejaban de su arbitrariedad que consideraban debida en gran parte a su incompetencia científica. Sus diferencias con la oficialía de la fragata Triunfo, especialmente con la persona de su capitáncon quienes su condición de marino retirado lejos de favorecer las relaciones las dificultaba, hicieron insostenible su permanencia en el grupo.

Los enfrentamientos con sus subordinados empezaron antes de iniciarse el viaje, cuando escribía cartas a las autoridades informando negativamente sobre diversas cuestiones que afectaban a los miembros de la Comisión, como el escrito de 30 de julio de 1862 en el que exponía al director general de Instrucción Pública sus quejas por considerar que el fotógrafo Castro Ordóñez se había sobrepasado en sus gastos de material fotográfico o por la incorporación tardía de Almagro que se casó días antes de su partida.

Parte de la colección de Paz y Membiela en sus cajas originales. MNCN

Sus desavenencias desde los primeros momentos de la singladura con el capitán Croquer de la fragata Triunfo en la que se instalaron los miembros de la Comisión supuso perjuicios al resto del grupo que no gozó de facilidades para sus actividades científicas. Paz presentó una denuncia contra el capitán por su conducta y el maltrato inmerecido del que se consideró objeto, que finalizó con la amonestación al capitán. A pesar de ello, el 29 de julio de 1863, apenas transcurrido un año desde el inicio del viaje, presentó su dimisión como presidente en una carta que dirigió a la Reina volviéndose a España y dando así por finalizado su periplo.

Es habitual leer en los diferentes diarios y cartas de los expedicionarios críticas a su labor, empezando por el Reglamento que redactó personalmente con el que  todos tenían algún desacuerdo. Jiménez de la Espada en una carta a su maestro Graells (10.4.1863) se queja de la mala definición de las funciones que se contemplan en el Reglamento, que se les ha entregado como un documento cerrado en el que no han podido intervenir ninguno de los científicos de la Comisión. En ella se refiere a Paz como “el naturalista conchólogo". 

En 1866, terminada la expedición Paz y Membiela se unió de nuevo al grupo para formar parte del comité organizador de la Exposición proyectada para mostrar los logros obtenidos durante el viaje entre los que por supuesto se encontraba su importante aportación de conchas. Llegó a poseer una excelente colección de más de 40.000 conchas de unas 12.000 especies, que había formado en sus visitas a puertos de todo el mundo. El Museo de Ciencias Naturales de Madrid la adquirió por treinta mil pesetas.
Ejemplares de conchas de la numerosa colección aportada por Paz y Membiela

Falleció en Madrid en 1874 y a pesar las continuas críticas que aparecen en su DiarioJiménez de la Espada lee su nota necrológica en la Sociedad Española de Historia Natural en la que dice: "Era el señor Paz y Membiela un colector de primer orden, experto, infatigable, paciente; dotado de una vista tan perspicaz y de un acierto tan seguro que rayaban en instinto." 


Fernando de Amor y Mayor (Madrid, 1822 - San Francisco, 1863)
Fernando de Amor y Mayor, Vicepresidente de la Comisión 
Detalle de la  fotografía de grupo realizada por Castro Ordoñez. Madrid Julio 1862

Madrileño de nacimiento, Fernando de Amor y Mayor tras terminar la primera enseñanza continuó sus estudios en un Seminario conciliar, donde llegó a ordenarse de Evangelio, pero, no convencido de este camino abandona la carrera eclesiástica y se dedica al estudio de las Ciencias Naturales y la Farmacia en la Universidad Central de Madrid graduándose de Bachiller en Filosofía en el año 1840 y en 1845 alcanza el grado de doctor en Farmacia lo que le valió para ser nombrado Regente de 2ª clase para la asignatura de elementos de Historia Natural en Octubre de 1847, momento a partir del cual se dedicó a la enseñanza secundaria en institutos, primero en Cuenca y más tarde como catedrático titular en Córdoba hasta el año 1862 en que es destinado a Valladolid. 

Su biógrafo Amo Serrano (1933) recoge la romántica historia de que Fernando de Amor decidió irse a Valladolid para olvidar a la joven cordobesa Matilde Merás con la que no podía casarse por estar ordenado de Evangelio. (La ordenación confiere un carácter espiritual indeleble con independencia de ejercer o no las funciones vinculadas a la misma), pero, sin ánimo de negar la posible relación con esta dama, según los datos aportados por Antonio Perejón (UCM-2012), sabemos que se le abre expediente disciplinario por haberse manifestado, junto con otros compañeros, en contra del nombramiento del nuevo director del Instituto de Córdoba, Manuel Gadeo y Subirat, que era un protegido del Marqués de la Vega de Armijo, lo que le valió el traslado forzoso al Instituto de Valladolid en el que prácticamente no ejerció pues coincide con el momento en que aceptó participar en la Comisión científica del Pacífico. 

Mantuvo relaciones con entomólogos franceses –lo que le valió ser elegido en 1853 individuo de la Sociedad Entomológica de Francia- y siempre continuó en contacto con sus antiguos profesores de la Universidad Pérez Arcas y Paz Graells, Participó en diversas exposiciones nacionales e internacionales obteniendo reconocimiento por sus aportaciones. Impulsó la creación de una Escuela de Agricultura en Córdoba de la que fue nombrado director en 1858. Tenía experiencia expedicionaria en Marruecos donde realizó diversas excursiones entre Tetuán y Tánger. Dada su edad y cualificación fue elegido vicepresidente y naturalista principal de la expedición, encargado de los estudios geológicos y entomológicos, colectó insectos y rocas. 

Fernando de Amor será el responsable del envío al Museo de Ciencias Naturales de los datos geológicos y de la recolección de la mayor parte de rocas, minerales y fósiles. Almagro (redactor de la memoria sobre la expedición) cuenta que Amor reunió en Chile "una magnífica colección de minerales de cobre, plata y oro, compuesta de numerosos ejemplares de gran valor científico.” y además el cónsul de España en Bolivia, José María Insausti, le regala "un soberbio ejemplar de cobre nativo extraído de las minas de San Bartolo, en el desierto de Atacama que pesa más de seis arrobas y que quizá es único en el mundo.” 
Jose Mª Insausti, Cónsul español en Bolivia 
Ejemplar de cobre nativo del desierto de Atacama, Chile. 
Museo Nacional de Ciencias Naturales - CSIC, Madrid.

Esta labor será  truncada por su inesperado fallecimiento en San Francisco de California, en octubre de 1863, como consecuencia de la enfermedad fatal que contrajo durante el viaje. Con respecto a la enfermedad, Almagro comenta en una nota a pie de la primera página de su memoria:“El Sr. Amor contrajo una enfermedad del hígado, en mayo de 1863, en el desierto de Atacama, y falleció de sus resultas, en el mes de octubre del mismo año, en San Francisco de California”. En el Diario de otro de sus colegas, Martínez y Sáez, aparecen referencias a la enfermedad de Amor desde el 26 de Junio de 1863, a la semana de volver de Copiapó.
Fernando Amor al centro acompañado por Almagro a su izquierda y a su derecha  probablemente el naturalista brasileño Antonio Lacerda y otro colaborador local, en una foto de Castro Ordoñez, sin datación, en la que ya se evidencian los efectos de su enfermedad.

Castro y Ordóñez en su crónica en “El Mundo Universal”(1864) comenta: las fiebres intermitentes que desde Copiapó venía sufriendo,…". Y más adelante matiza: "...indudablemente su mal databa desde que atravesó en compañía de nuestro presidente y los señores Almagro e Isern, de la República de Argentina a la de Chile, atravesando la Pampa”. Información que parece coincidir con la del también médico Puig de Galup, quien comenta en carta a Graells (26.9.1863): “el pobre hace ya bastante tiempo que tiene su salud quebrantada, y que hoy por hoy en junta con los médicos de abordo hemos hecho un pronóstico del todo grave...”. Y en otra carta (1.1.1894): “de Amor murió el día 21 de octubre a las 8 de la noche de una intermitente larvada; y para mi tan larvada o enmascarada, que creo que ni intermitente hubo, a pesar de opinar lo primero algún médico de abordo."
Fotografía de Castro Ordoñez reproducida mediante grabado en El Museo Universal, 31.1.1864. 
"La vista que acompaño de la casa de salud francesa es un tributo a su memoria  (de Fernando Amor) que he sacado para el recuerdo, pues se ve la ventana de su habitación”. Rafael Castro

A pesar de la creencia común de que su muerte se debió a una enfermedad hepática contraída en el desierto de Atacama, parece ser que realmente es en esa época cuando se manifiestan los primeros síntomas de la enfermedad que hoy se considera que era malaria, después de 8 o 9 meses de incubación, por lo que es probable que fuera contraída en la visita a la fuente de Lameyron en la isla de São Vicente de Cabo Verde, en agosto de 1862 al inicio del viaje. 

Hay que señalar que en esa época todavía no se conocía que esta enfermedad se contraía por picadura del mosquito anopheles (Ross, 1898). Martinez Sáez escribe en su Diario después de su muerte: “Como habíamos de salir en breve estuve a bordo disponiendo lo necesario para que pintasen el camarote en atención a la enfermedad de Amor” lo que indica que creían que la dolencia de Amor podía ser de tipo infeccioso.

Su enfermedad no le impidió efectuar sus excursiones por tierras de Chile y Perú donde, como hemos comentado, comenzaron a mostrarse sus efectos en abril de 1863. Falleció en octubre de ese mismo año en San Francisco de California, lo que constituyó uno de los momentos de mayor desánimo del grupo. Fue enterrado en Mt. Calvary Cemetery, según informa el profesor Perejón, como un “spanish war vessel", es decir como tripulante de un barco de guerra español. Su actual sepultura está en el cementerio católico Holy Cross, en un enterramiento común situado en una pequeña colina señalado por tres cruces, a donde fue trasladado el cementerio en 1940. 

Vista del Mt. Calvary Cemetery antes de su traslado

Algunas de sus impresiones de expedicionario fueron publicadas por el periódico La España de Madrid. En cuanto a su diario parece ser que junto a otras pertenencias personales fue entregado al médico de la fragata Triunfo Dr. Lora, antes de ser evacuado en San Francisco de California. A la vuelta de la expedición, cuando los hermanos de Amor reclaman sus pertenencias se les informa de que todas ellas, incluyendo el diario, se perdieron en el incendio ocurrido en la fragata Triunfo en las Islas Chinchas. 

Parece ser, no obstante, que el padre Agustín Barreiro, que elabora su tesis doctoral en 1926 sobre la expedición, utilizó al menos la primera parte del Diario de Amor que, según él, llevaba la siguiente inscripción: “Recibido de Copiapó el 6 de octubre de 1864 por conducto del Cónsul de S. M. C. en ésta. Valparaíso fha ut supra. Fran.co de Paula Martínez y Sáez". 

Lo que nos indica que su colega Martinez y Sáez pudo ser el depositario de sus diarios, hoy perdidos. De él dice Barreiro "Está redactado con esmero y con estilo sencillo, pero correcto y hasta elegante en algunos casos. Su autor maneja bien la pluma y sabe infundir en sus relatos aliento y vida.”. Es una lástima que el fraile no lo eligiera para su publicación ya que decidió dar a la luz pública únicamente el de su colega Jiménez de la Espada.

Francisco de Paula Martínez y Sáez (Madrid 1835 - 1908) 
Francisco Martínez Sáez -Secretario. 
Detalle de la fotografía de grupo. Castro Ordoñez. Madrid, Julio 1862

El también madrileño Francisco de Paula Martínez y Sáez, era el miembro más joven de la expedición a la que se incorpora con 27 años. Se había formado en la Universidad Central de Madrid donde terminó sus estudios de licenciatura en la sección de Ciencias Naturales en 1857. Fue nombrado ayudante interino del Museo de Ciencias Naturales donde se encargó de las colecciones de vertebrados. Impartió clases de Mineralogía y Botánica en la misma Universidad donde colaboraba con el catedrático Laureano Pérez Arcas. Cuando se incorporó a la Comisión científica del Pacífico acababa de obtener una cátedra de Historia Natural en el Instituto de Teruel. 

En la Comisión además de secretario era el naturalista encargado de los mamíferos y reptiles acuáticos, peces, crustáceos, anélidos, moluscos y zoofitos, con el puesto de primer ayudante. Su nombramiento provocó el primer problema del grupo ya que fue colocado por delante de Marcos Jiménez de la Espada (segundo ayudante), que en su trabajo del Museo tenía más antigüedad y categoría; aunque parece que este conflicto pudo quedar tempranamente zanjado con una subida de sueldo de éste último.

Tras la renuncia de Paz y Membiela, (julio 1863) y el posterior fallecimiento de Amor en California,  (octubre 1863) asumirá el liderazgo del grupo en la tercera etapa de la expedición, conocida como "El gran viaje". Sus trabajos tanto como naturalista como en sus diferentes cargos de secretario y más tarde director del grupo, se recogen en un detallado y completo diario que fue publicado en 1994, que constituye una excelente fuente de información de la expedición y nos muestra a un personaje crítico y exigente, poco acostumbrado a las adversidades.

En 1872 obtendría cátedra de Zoografía de Vertebrados de la Universidad Central. Por su testamento, que hizo en Madrid, el 28 de enero de 1867, se sabe que era un hombre de profundas convicciones religiosas, que estaba casado con una mujer quince años mayor que él, Bárbara Jenaquillo. natural de Villarejo del Valle (Ávila). Martínez sobrevivió a todos los miembros de la expedición y gozó de buena salud hasta su muerte en 1908.

Marcos Jiménez de la Espada (Cartagena, 1831-Madrid, 1898)
Marcos Jiménez de la Espada. 
Detalle de la fotografía de grupo. Castro Ordoñez. Madrid, Julio 1862

Marcos Jiménez de la Espada nace en Cartagena el 5 de marzo de 1831 y estudia sucesivamente en los institutos de Barcelona, Valladolid y Sevilla donde recibe el grado de bachiller en 1850. Continúa sus estudios en la Universidad Central de Madrid para la obtención de la licenciatura de Ciencias Naturales y en 1853 obtiene la plaza de profesor ayudante de la cátedra de Historia Natural. Dos años después recibe su licenciatura en Ciencias Naturales. Continua con la realización del doctorado en Ciencias, que compatibiliza con su actividad docente como profesor auxiliar y ayudante tanto en la Facultad de Ciencias como en el Museo de Ciencias Naturales, donde era el discípulo de su director el zoólogo Mariano de la Paz Graells, que, como veremos va a ser el mentor común de varios expedicionarios.

Su participación en la expedición por América del Sur y central como miembro de la Comisión Científica del Pacífico, constituirá el eje central de su vida y su profesión  sin el cual no se entendería su futuro como profesor e investigador. Su talante, de un exacerbado romanticismo, se refleja en muchas de las páginas de su diario:

  "Contemplaba, sin testigos, una grandeza superior cuantas me habían conmovido hasta entonces. El primer recuerdo fue para mis amigos, para mis queridos amigos, a quienes saludé con un ¡viva la Patria española!, que ojalá hubieran oído. ... He ahí el mar inmenso, profundo como el corazón humano". (Subida al Corcovado. Brasil. Octubre 1862).
Acuarela de Jiménez de la Espada del volcán Sumaco (Ecuador)

Fotografía del volcán Sumaco

    "Amaneció por fin la aurora en la cima de la montaña, ¿nunca me pareció tan hermosa! Soy todavía soltero aunque apenas joven; pero creo que el aspecto de la esposa al despertar como yo con la aurora en el mismo lecho, debe ser solo comparable al de aquél día". (23.2.1865)
     
Como hemos comentado anteriormente el haber sido situado en la escala jerárquica por detrás de su compañero Martinez fue motivo de queja por parte de Jiménez ("...Quejéme también de ayudante segundo, por el cual se me posponía a Martínez, siendo así que mi categoría era por lo menos igual, si no superior a la suya..."), de la que al parecer obtuvo resultados pues antes de partir consigue mediante Resolución ministerial de 21 junio de 1862, un aumento de 2.000 reales anuales pasando a ser el tercero mejor pagado del grupo con una asignación de 32.400 reales.
 Jiménez de la Espada 
Detalle de la Fotografía del grupo realizada por Rafael Castro Ordoñez.

       "...me calcé los claveteados borceguíes, me vestí el traje de dril, cargué el morral sobre la espalda, bien repleto con el almuerzo, cruceme avíos de caza sobre el pecho y echando la escopeta al hombro salí..." (Víspera de la subida al Corcovado, octubre 1862)

A su regreso a España, Marcos Jiménez de la Espada continuó con su trabajo de ayudante en el Museo de Ciencias, aunque fue expandiendo su campo de conocimiento. Ideológicamente estaba muy próximo a los movimientos culturales más progresistas, como la Institución Libre de Enseñanza de Francisco Giner de los Ríos. A pesar de sus esfuerzos por lograr un ascenso profesional no obtuvo los resultados deseados, pues en 1872 cuando surge la oportunidad de acceder a la cátedra de Zoografía de Vertebrados, no pudo postularse por razones económicas, ya que el ascenso le supondría perder el complemento de pensión que cobraba como expedicionario del Pacífico. Por ello se ofreció la mencionada cátedra a su compañero de expedición Martínez y Sáez que, naturalmente aceptó.

En 1875 aparece su obra Vertebrados del Viaje al PacíficoBatracios, para la que contó con la colaboración del pintor e ilustrador Francisco Díaz Carreño (1836-1903), que fue su aportación científica mas importante en el campo de la herpetología.
Ilustración del pintor Diaz Carreño en la obra de J. de la Espada

Sabemos que Jiménez de la Espada tiene buenos amigos entre los artistas de la época como el pintor vasco Juan de Barroeta y el propio Díaz Carreño con quien realiza diversas colaboraciones. El carácter expansivo de este naturalista y el que la Academia de Bellas Artes y el Museo de Ciencias naturales coincidieran en el mismo edificio no deben ser ajenos a estas relaciones.


Otras muestras de dibujos de Díaz Carreño para Jiménez de la Espada. Archivo CSIC

Sus inquietudes a partir de entonces se diversifican dedicándose al estudio de las antiguas culturas precolombinas, en particular del imperio inca. Especialmente dignos de destacar dentro de su labor de historiador, son sus estudios sobre las aportaciones científicas que otros españoles hicieron al conocimiento de la naturaleza y sociedades americanas. Entre sus trabajos históricos deben citarse los cuatro volúmenes de las Relaciones Geográficas de Indias, relativas al virreinato del Perú, (Madrid 1881-1897), por los que recibió el premio Loubat de la Academia de la Historia.

Jiménez de la Espada fue miembro fundador de la Sociedad Geográfica de Madrid, académico de la Academia de Historia y la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, presidente de la Sociedad Española de Historia Natural y finalmente tras el fallecimiento de quien había sido su maestro, Mariano de la Paz Graells, fue nombrado catedrático de Anatomía Comparada en la Facultad de Ciencias en la Universidad Central, en julio de 1898, aunque no llegaría a ocupar el puesto pues fallecería poco después,  el 3 de octubre del mismo año.

La revista La Ilustración Española y Americana, informa el 4 de Octubre de su entierro en 1898 diciendo: ¡Ha muerto pobre!, dando noticias sobre la precaria situación en la que quedaba su viuda con cinco hijos, con solo un varón, sin fortuna y sin pensión de la hacienda. La necrología firmada por el historiador Juan Pérez de Guzmán concluye con un alegato digno de mención:
     
           "¡Honrad a los sabios! Donde los sabios mueren proscritos, vilipendiados, obscurecidos o indigentes, no hay cultura, no hay moral, no hay patria, no hay esperanza, no hay porvenir..."

En todo caso la información puede pecar de algo exagerada ya que a pesar de las estrecheces económicas que probablemente sufriría como padre de una numerosa prole, Jiménez de la Espada no muere indigente, ya que hasta el último momento de su vida continuó estando en activo como Ayudante Primero del Museo Nacional de Ciencias Naturales. En todo caso hay que mencionar que en 1888 le fue retirado el complemento de pensión que cobraba por haber participado en la expedición del Pacífico, lo que debió ser un duro golpe para su economía familiar. En ese tiempo recibió el patrocinio del Ministerio de Fomento para la realización de una serie de publicaciones que cabe pensar le ayudarían a paliar la situación.
Marcos Jiménez de la Espada. 
Retrato publicado el 8.10.1898 en La Ilustración Española y Americana

Tras su fallecimiento en 1898 se promovió una campaña de solidaridad en la que se recaudaron 11.862,50 ptas. para su familia. El 6 de diciembre la Sociedad Geográfica de Madrid celebró una sesión pública en su homenaje en la que pronunció el discurso final su presidente, el marqués de la Vega de Armijo. 

Manuel Almagro y Vega (Matanzas, Cuba 1834 - 1895)
Manuel Almagro y Vega. Det. Grupo. Castro Ordoñez. Madrid, Julio 1862

Español nacido en Cuba, Manuel Almagro era Doctor en Medicina por la Universidad de Paris revalidado en la de Madrid. Fue el encargado de las Secciones Etnográfica y Antropológica de la Comisión científica del Pacífico. 

Inició sus estudios en la Habana donde comenzó la carrera de Medicina; en el segundo año se trasladó a Madrid, matriculándose en San Carlos y finalmente obtuvo la licenciatura en  la Sorbona en 1862. En Paris ejerció la medicina al mismo tiempo que se había interesado por la antropología física lo que le facilitó la incorporación a la Comisión Científica del Pacífico. Era miembro de la Société d’Anthropologie de Paris, de la que recibió instrucciones para su viaje. Almagro acababa de obtener una plaza en el ejército de la isla de Cuba en el cuerpo de Sanidad Militar y se casó ese mismo verano poco antes de partir con la joven Teresa Menéndez Gaytán por lo que fue el último en incorporarse al grupo con el consiguiente enfado del jefe de la expedición.

Fue uno de los primeros antropólogos profesionales que iniciaron trabajo de campo en América. Durante la expedición recogió objetos arqueológicos y etnográficos que se conservan hoy en el Museo Nacional de Antropología y el Museo de América.

Diversos objetos y adornos traídos de la expedición. Museo de América

Como antropólogo, era el encargado de elaborar la memoria científica dedicada a la antropología física y la etnografía, aunque no consta que llegara a entregarla. También recibió el encargo de realizar con motivo de la Exposición una memoria de la expedición que tituló: Breve descripción de los viajes hechos en América por la Comisión Científica enviada por el gobierno de S. M. C. durante los años de 1862 a 1866, que fue por muchos años la única base de conocimiento de las incidencias del viaje.

Como el resto de sus compañeros, Manuel Almagro no esconde las criticas a la falta de preparación del viaje de la Comisión Científica, y sobre todo a las continuas trabas e impedimentos para realizar su labor que provenían de los representantes de la armada, a quienes sin duda la Comisión y sus actividades les resultan incómodas y no dudan en aplicar con rigor la ordenanza para impedirlas. Almagro llega a poner por escrito este pensamiento en la Breve Descripción de los Viajes..., en una Nota al pie de la página 72:           
                               
          Si algún día vuelve el Gobierno español a disponer alguna expedición científica fuera de la península, convendrá sobremanera que no vaya sujeta a los planes o necesidades de la marina de guerra, sino sola, independiente para cuanto se refiera a trabajos científicos, llevando a sus órdenes el buque o buques en que se verifique la expedición, con lo cual podrá detenerse la Comisión todo el tiempo necesario en cuantos sitios lo reclame el interés de las ciencias.  

Joan Isern Batlló y Carrera  (Setcases - Girona, 1825 - Madrid, 1866) 
Joan Isern Batlló. Det. Grupo. Castro Ordoñez. Madrid, Julio 1862

Perteneciente a una familia de ganaderos del pueblo pirenaico de Setcases, Joan Isern desde joven tuvo la afición a la botánica, animado por el contacto con los herbolarios que recogían plantas medicinales en la zona. En 1845 inició los estudios de Medicina en Barcelona donde se interesó por el estudio de la botánica aplicada a la agricultura. En 1851 se incorporó al madrileño Museo de Ciencias Naturales como colector, probablemente a instancias del naturalista catalán Graells y para las colecciones del Jardín Botánico continuando al mismo tiempo sus estudios universitarios. En su misión de colector botánico de la Comisión a veces no es incluido entre el grupo principal de científicos sino en el de auxiliares, como el fotógrafo, Castro y el taxidermista, Puig, aunque a diferencia de éste último, se le asigna el mismo sueldo que a los científicos naturalistas.

Obtuvo en 1854 el grado de bachiller en Medicina y Cirugía por la Universidad Central, y ejerció de médico en la localidad madrileña de Valdemoro, donde se ofreció para combatir la epidemia de cólera que se extendió en la época ya que la localidad no tenía médico para realizar esa labor. Allí trabajó día y noche hasta que cayó también enfermo y fue atendido en casa de una familia de la localidad. Más tarde se casaría con Tomasa del Olmo, la joven que le cuidó en ese trance, En 1857 es nombrado ayudante de las cátedras de Botánica.
Tomasa del Olmo y sus hijos. Foto de Castro Ordoñez. Julio 1862
Fotografía publicada en El estudiante de las hierbas, 2006.

La fotografía, en la que podemos ver a la  esposa de Isern, Tomasa del Olmo y sus hijos, fue realizada en el estudio de pintura y fotografía que Castro y Ordóñez tenía en la calle Preciados nº 6 de Madrid. poco antes de la partida de la expedición, con la imagen de un barco al fondo. En el momento de la partida Tomasa estaba embarazada del que sería su tercer hijo que Isern apenas llegó a conocer en los pocos días que vivió tras su llegada a España.

Mantuvo una estrecha amistad con sus superiores del Museo de Ciencias Naturales y del Jardín Botánico, Laureano Pérez ArcasMariano de la Paz Graells, a quienes acompañó en sus campañas de la Comisión del Mapa Geológico de España y con Vicente Cutanda a quien ayudó en la elaboración de su Compendio de Flora de Madrid y su provincia. También mantuvo estrecha relación con el político progresista Pascual Madoz y con los hermanos Borrell, farmacéuticos conocidos como "los maestros boticarios de Nuremberg", por su afición a la música y por la tertulia de su rebotica. Uno de los hermanos, Félix Borrell, dirigía la revista científica“El Pabellón Médico” para la que Isern escribió una pequeña crónica de la expedición que, junto con sus notas conservadas en el Archivo del Jardín Botánico, nos permiten conocer de cerca sus impresiones del viaje.

Su laboriosidad era famosa entre sus colegas de la Comisión. El herbario que formó en sus excursiones por España fue adquirido a su mujer por el Museo de Ciencias Naturales en 1871. 


Dos muestras del herbario realizado por la Comisión. 
A la derecha Euplasia Isernii, en homenaje al botánico Isern

Isern fue uno de los cuatro comisionados que decidieron continuar la expedición sin contar ya con la ayuda militar. Los cuatro científicos realizaron lo que llamaron El Gran Viaje, atravesando de nuevo el continente desde Guayaquil en el Pacífico hasta el Atlántico. Este último tramo del viaje fue nefasto para Isern que, además de conocer la noticia de la muerte de su segundo hijo, empezó a mostrar los síntomas de la enfermedad que acabaría con su vida el 23 de enero de 1866 a los pocos días de regresar a Madrid.

La muerte de Fernando de Amor y la de Juan Isern parecen mostrar cierto paralelismo entre sí. Ambos se encontraron en un momento dado en zonas calificadas como insalubres con presencia abundante de aguas estancadas. El primero en Cabo Verde en agosto de 1862, y el segundo en el puerto de El Callao en agosto de 1864. Tras nueve-diez meses aproximados de incubación, en ambos casos aparecen los primeros síntomas y el fallecimiento ocurrió unos tres-cuatro meses más tarde.

Almagro escribirá de él: Fue un verdadero mártir de la ciencia, que era para él su más grata ocupación. Su memoria quedará para siempre grabada en la de sus compañeros de viaje, que durante tanto tiempo pudieron apreciar sus grandes dotes científicas y personales.

EL CONSERVADOR - TAXIDERMISTA
Bartolomé Puig de Galup (Sitges, Barcelona, 1828 - 1884)
Bartolomé Puig de Galup. Det. Grupo. Castro Ordoñez. Madrid, Julio 1862

Médico y taxidermista, el sitgetano Bartolomé Puig de Galup es probablemente el personaje de la Comisión más olvidado. Pertenecía a una buena familia del empresariado agrícola catalán, conocida por su producción de malvasía, famoso vino dulce tradicional de esa localidad. Se licenció en 1851 en Medicina y Cirugía en la Universidad de Barcelona. Al año siguiente, se trasladó a Madrid para ampliar sus estudios en la Universidad Central donde en 1853 consiguió el grado de doctor en Medicina leyendo en el acto de investidura el discurso titulado De la moral en el médico. Era hombre de valores y convicciones propias de la época, amor, patria y aventura se reflejan en algunos de sus escritos, incluidas las poesías que de él se conservan recordando a Sitges:
       ...   
         Ja no veig com ans solia 
 desde ma casa al balcó
lo llaut que al bell mitj-día 
a Barcelona partía 
carregat del vi més bó. 
         Ni tampoc sent mía orella 
de los boters el burgit,
ni veig passar la donzella 
 qu' anava a aplegar l' estella
per fer la cremà' a la nit. 
...
Participó en la Comisión Científica del Pacífico gracias a su ofrecimiento como voluntario: "¡Ah! Como pudiese ir al Pacífico ¡cuánta cosa y buena recogería!", le dice en una carta de 15 de mayo de 1862  a su maestro Graells, para que interceda en su favor para poder incorporarse al viaje.

Finalmente seleccionado, en la Comisión se hizo cargo de la taxidermia y conservación de ejemplares. Estas tareas solamente acreditaban un puesto de ayudante-disecador con el menor sueldo del grupo (26.400 reales frente a los 30.400 de la mayoría) al ser considerado "auxiliar" y no "científico". Él nunca estuvo conforme con esta consideración y en diversas ocasiones formuló por escrito su descontento alegando su condición de médico y la realización de tareas similares a los otros miembros, para ser incluido -y pagado- en el grupo de científicos. Conocemos por sus cartas a Graells, a quien Puig considera maestro  y amigo, la desazón que le producía esta situación de desigualdad que no dejó de reivindicar hasta su marcha del grupo. (No sabemos si al final conseguiría respuesta al recurso que planteó sobre esta cuestión).

En el artículo 14 del Reglamento de la Comisión se especificaban sus cometidos y se decía que debía atenerse a las indicaciones que le hiciesen los colectores. El trabajo técnico que hizo durante el viaje fue cuestionado por algunos de sus compañeros, como Jiménez de la Espada quien en alguna ocasión le califica como disecador no muy activo; lo que resulta curioso es que Puig  a su vez, en carta a Graells, dice que Espada padece de la enfermedad de la "perezitis". Por su parte Martínez y Sáez que no suele desaprovechar ocasión para la crítica, dice de Puig que es poco hábil. Cabe pensar que estos compañeros quizás no tuvieron en cuenta la situación claramente discriminatoria que se dispensó a Puig respecto al resto de miembros de la Comisión.

Puig, por su parte, se queja de ser el único preparador para tantas capturas que se hacen de pájaros y otros animales: "...infinitas aves, bastantes mamíferos, muchos cazadores y un solo preparador que por mucho que trabajase hasta de noche, no podía con lo que me presentaban, y así es que tuve que tirar mucho por causa de la putrefacción ..., porque el amigo Espada ... salía acompañado de tres famosos tiradores a cazar todos los días sin dejar ni desahogar algo del trabajo!… de manera que con tal mal método y con tanta prisa yo no sé cómo pude hacer lo que realmente hice a fuerza de trabajo y sin ayuda de nadie." 
Carta a Graells. Montevideo 19 Diciembre 1862
  
Armadillo traído por la Comisión en el Museo de Ciencias Naturales

Aunque no escribió un diario propiamente dicho, Puig de Galup escribió unas crónicas que envió para su publicación en El Brusi (nombre popular del Diario de Barcelona que aludía al nombre del propietario y director del mismo) que fueron también publicadas por otros diarios como La España. También se conservan una serie de cartas que escribió a su mentor Mariano Paz Graells, por las que tenemos conocimiento de su postulación para ser nombrado miembro de la Comisión, y de la incomodidad que le produce el ser tratado de diferente manera que a los demás, no sólo por la diferencia de sueldo sino también por la consideración y por no poder "formar parte en las juntas y no andar postergado por esos mundos a consecuencia del Reglamento despótico".

Cuando se planteó la posibilidad de continuar la expedición sin el soporte de la escuadra, Puig adujo problemas de salud presentando un certificado de padecer hepatitis por lo que los médicos le desaconsejaron la realización del gran viaje amazónico con sus colegas. Además había conocido a una joven chilena, Nieves Martinez, con la que se casó y con quien volvió poco después a España.

    "Me casé el día 28 de julio con la Srta. Nieves Martinez Díaz, Chilena, hija de un honrado y rico español y de una mamá chilena. Tiene 22 años y es muy buena..."
Carta de Puig a Graells, Valparaíso 17 de Agosto de 1864

De manera poco considerada su colega Martinez Sáez tachará este comportamiento de interesado: “…casó aquí con 50.000 Ps que se llaman doña Nieves Martínez… De regreso dirá que está enfermo…”. Mayor comprensión manifiesta su paisano Isern quien en una carta a Graells (3.1.1865) comenta: "Al recibir orden de emprender nueva campaña los Srs. Puig y Castro se retiraron. Puig, según consta por certificación, está padeciendo una «hepatitis» crónica, espero que los aires cataláunicos le curarán radicalmente...". 

Puig no tardó en volver a España ya que en julio de 1865 se había reincorporado a su plaza de disecador ayudante de cátedra de Historia Natural de la Universidad de Barcelona y conservador de su Gabinete de Historia Natural, institución a la que regaló varios objetos procedentes de la expedición al Pacífico contribuyendo al enriquecimiento de su colección, la más antigua de Cataluña, y una de las pocas españolas que guarda material del siglo XIX.
Tucán  preparado por B. Puig. Universidad de Barcelona

Pero quizás la huella más curiosa de este científico en la actualidad sea el pingüino disecado que ofreció a la Virgen del Vinyet, en cuyo santuario de la localidad de Sitges todavía se conserva entre santos y exvotos, como ofrenda por su intercesión para salvar su vida en la peligrosa travesía del Cabo de Hornos, tal como consta en el cartel que el pingüino tiene colgado.

Escrito en la nota: “Pájaro niño/ Disecado y dedicado a la / Purísima Virgen del Viñet / desde el Cabo de Hornos, / por el hijo de Sitges / B. P. de G. Año 1865” 

La preocupación de Bartolomé Puig en esa especial coyuntura se puede confirmar por la propia descripción que realiza en una carta a Graells, (Valparaíso, 17 Mayo de 1863): "Aquello estaba bastante aterrador, golpes de mar que llegaban a las cotas de la Fragata, las vergas de las mayores tocando casi el agua, nada diré de los botes, que aunque. altos se llenaban completamente de agua, el buque hizo mayor cantidad de agua que de costumbre y por eso tuvimos que redoblar los bombeos, tan pronto se veía a la pobre fragata elevarse hasta las nubes como medio o completamente ladeada sumergirse en un profundísimo abismo del cual parecía imposible pudiese volver a salir"

Por su parte Castro Ordoñez en la crónica de esa jornada publicada en el Museo Universal, comenta la conmoción de Puigsin citarlo por su nombre: "Mas la mayor algazara y animación reinaba en la camareta habitada por los jóvenes guardias marinas, que como muchachos no pensaban sino en hacer fiesta del temporal e inventaban toda clase de noticias terroríficas que ponían en conmoción a uno de nuestros compañeros de comisión, el cual creía ser víctima ya del temporal y no hablaba más que de naufragios, bancas de nieve y de cómo podía salir por la porta lo más pronto posible." 

No sabemos si Puig de Galup, volvió a tener contacto con los miembros del grupo una vez en España, pues Almagro en su "Breve historia..." escrita al regreso en 1866, dice de él en una nota a pie de la página 8: Puig, ... se quedó en Chile, en Octubre de 1864. Luego creemos ha venido a España.", comentario que pone en evidencia la falta de relación, ya que tampoco consta que se le avise para colaborar en el montaje de la exposición a pesar de que muchas de las piezas presentadas lo fueron gracias a su trabajo.

Lo que si se sabe es que se jubiló anticipadamente a los 52 años en 1880, probablemente por causa de la enfermedad que padecía y falleció solo cuatro años después, el 24 de abril de 1884, según consta en el diario La Correspondencia de España del sábado 26 del mismo mes y año (dato hasta ahora no publicado).

EL DIBUJANTE / FOTÓGRAFO
Rafael Castro Ordoñez  (Madrid, 1834 - 1865)
Rafael Castro Ordoñez, Detalle del grupo fotografiado por él mismo, en Madrid, Julio 1862

Hijo del pintor Antonio Castro y Gistau, era el dibujante y fotógrafo de la Comisión. Se formó como pintor en la Real Academia de San Fernando, donde está documentada su presencia en los años 1848 a 1853, asistiendo, entre otras, a la clase de Anatomía de Esquivel o a la de Colorido y Composición con José Madrazo. Con la ayuda de una pensión de la Corona pudo completar su formación en París de 1853 a 1856 a donde acudían los pintores de la época con preferencia, igual que poco después se dirigirán sobre todo a Roma. Allí estudia con el pintor Léon Coignet, en cuyo taller coincide con varios compañeros de promoción como Eusebio Valldeperas, Mariano Roca Delgado o Joaquín Sigüenza, y donde es probable que se iniciara en el estudio de la fotografía pues su maestro fue miembro fundador de la Société Héliographique, asociación fotográfica creada en 1851, en la que se usaba el nuevo método que revolucionaría la práctica de la pintura.

Su nombramiento como miembro de la Comisión del Pacífico se produjo el 28 de junio como consecuencia de la renuncia del fotógrafo inicialmente designado, Rafael Fernández de Moratín que había sido comisionado para comprar en París en el establecimiento de M. Archiles Deyrolle gran parte del material necesario para la expedición, para lo cual el Ministerio de Fomento había librado a su favor la cantidad de 52.000 reales. Lo cierto es que renunció a su cometido por haber contraído una enfermedad de estómago, por lo que presentó un escrito de dimisión el 15 de junio en el que a los motivos de salud añadía el disgusto que le habían provocado las dudas manifestadas por el presidente de la Comisión, Paz Membiela, sobre su capacidad profesional.

La tareas iniciadas fueron continuadas por Castro, quien tenía conocimiento de los medios y la técnica fotográfica; para la adquisición del material y el equipo fotográfico contó con la ayuda del fotógrafo británico Charles Clifford, afincado en Madrid, quien se ocupó de finalizar as compras y le prestó su asesoramiento en especial para realizar la captación de vistas del natural, ya que la experiencia fotográfica del pintor se había desarrollado fundamentalmente en estudio.

Su vida se vio truncada prematuramente en 1865, a la vuelta de la expedición; serán objeto de próximas entradas del blog sus actividades como fotógrafo y como cronista de la misma .

Una larga expedición 

Fotografía de Castro Ordoñez. En Montevideo, diciembre 1862. Los seis científicos de la Comisión 

Han pasado unos seis meses desde la primera imagen del grupo, como prueba el crecimiento de las barbas de los miembros de la Comisión, que ya se encuentran en Montevideo. En esta fotografía solamente aparecen los considerados "científicos" excluyendo al conservador - disecador Puig de Galup y al dibujante-fotógrafo, Castro Ordoñez.

La expedición que en su conjunto duró más de tres años, desde el 10 de agosto de 1862 hasta el 25 de octubre de 1865, suele dividirse en tres etapas. No es éste el lugar para relatar una historia que ha sido ampliamente contada para cuyo conocimiento es interesante acudir a las fuentes primarias, principalmente al relato escrito por el antropólogo, Sr. Almagro: "Breve descripción de los viajes hechos en América por la Comisión científica..." realizado por encargo para su presentación en la Exposición realizada en el año 1866 para dar a conocer al gran publico los tesoros traídos del Pacífico por la gran expedición.

No obstante describimos a continuación las grandes líneas del viaje agrupadas en los tres periodos mencionados:

La primera etapa 
Se inicia desde la salida de Cádiz del grupo expedicionario el 10 de agosto de 1862 a bordo de las fragatas Resurrección y Triunfo, a las que se unirá posteriormente la goleta Covadonga y abarcaría hasta mayo de 1863 en el que toda la Comisión se reunió en Valparaíso tras haber pasado del Atlántico al Pacífico por diversas vías: un grupo cruzó por tierra a través de las pampas y los Andes; otro usó la vía marítima del cabo de Hornos y uno  de los expedicionarios, trasladado a la goleta Covadonga, llegó a su destino después de haber cruzado el estrecho de Magallanes. Los enclaves visitados por el grupo al completo van desde las islas Canarias, Cabo Verde, Brasil hasta Uruguay. A partir de Montevideo, los que siguen por mar únicamente visitarán las Islas Malvinas, para pasar después al Pacífico hasta Valparaíso en Chile; mientras que la parte del grupo que sigue el camino por tierra, llegará al mismo destino atravesando Argentina y los Andes.


La segunda etapa
Se inicia con la dimisión de Paz y Membiela como presidente de la Comisión en julio de 1863 y la dispersión del grupo que durante un tiempo va a tomar diferentes caminos en función de sus intereses específicos. El hecho más notable de este periodo va a ser el fallecimiento del vicepresidente Fernando Amor en San Francisco de California el 21 de octubre de ese año. Los lugares visitados por los diferentes grupos serán Bolivia, Perú, Ecuador, Panamá y California.

Los conflictos políticos con Perú y Chile en los que intervino el sector militar de la expedición culminan con la ocupación de las islas Chincha y la declaración de guerra entre el Perú y España. A partir de este momento los naturalistas recibieron la orden de desembarcar y finalizar la expedición. En Valparaíso transcurrirán siete meses a la espera de nuevas instrucciones en los cuales su movilidad estará limitada por el mal ambiente general que se respira contra los españoles; a pesar de ello realizan salidas a lugares cercanos. La orden de volver a España fue acatada por dos miembros de la Comisión, Puig y Castro, pero Martínez, Jiménez de la Espada, Isern y Almagro solicitaron y obtuvieron el permiso del gobierno para realizar el regreso por sus medios y así poder rematar su campaña científica.

    "Deseábamos hacer un viaje verdaderamente científico, prescindiendo de todas nuestras comodidades y exponiéndonos a mil vicisitudes más o menos peligrosas, que debían redundar en perjuicio nuestro y beneficio de la ciencia." (Almagro)


La tercera etapa 
Se inicia a partir de la obtención del permiso y la aprobación de la financiación para realizar la vuelta por medios propiostras la “liberación” de la dictadura de la Armada. Se prometía la más “científica", pero resultó ser la más dura por sus condiciones. Los cuatro expedicionarios que deciden tomar parte en ella inician lo que se dio en llamar “el gran viaje” que suponía atravesar el continente por su parte más ancha, desde Guayaquil, Ecuador, en el Pacífico, hasta Pernambuco y la costa brasileña en el Atlántico, por el paralelo 2º de latitud sur, atravesando de nuevo los Andes y descendiendo por los ríos Napo y Amazonas en canoas indígenas. La etapa duró casi un un año, desde noviembre de 1864 a octubre de 1865.


Una imagen de las dificultades padecidas en esta travesía la vemos en la Memoria de Almagro al relatar el encuentro que se produce hacia el final de la misma con otra expedición de científicos norteamericanos, liderada por Louis Agassiz, de la Universidad de Harvard:

         "Nosotros estábamos derrotados completamente, sin ropa, sin zapatos, con larguísimas barbas, y otras circunstancias, hijas de un viaje tan dilatado, cuya última parte había sido hecha a pie y por ríos, donde la temperatura y la humedad habían podrido los pocos efectos que traíamos. La intensa ictericia que tenía el pobre Isern, y todo nuestro conjunto, parecía más de mendigos que de comisionados de un gobierno europeo".

El retorno, la Exposición y la Conservación

El 18 de enero de 1866, se reúnen los integrantes de la expedición en Madrid, exceptuando los dos fallecidos, Amor y Castro, el conservador Puig de Galup y Joan Isern que, enfermo de gravedad, moriría una semana después. Se plantea la necesidad de realizar una exposición para exhibir los resultados de la exploración llevada a cabo que se decide tendrá lugar en los edificios del Jardín Botánico. Sus características se determinaron por una Real Orden de 6 de marzo en la que también se estableció que un miembro de la comisión debía redactar una  breve descripción del viaje de carácter popular, en la que se diese cuenta de las colecciones que habían formado; tarea de la que se encargó el antropólogo Almagro, acabando el 3 de mayo según consta en la dedicatoria que hizo al principal promotor de la expedición el sempiterno marqués de la Vega de Armijo.

En las siguientes semanas se hicieron los preparativos en los que, además de los expedicionarios colaboraron los miembros de la Comisión receptora: Florencio Janer, Mariano de la Paz Graells, Patricio María Paz y Membiela que se reincorporó al grupo, Laureano Pérez Arcas, Juan Vilanova, Manuel José de Galdo Miguel Colmeiro, (varios de ellos eran los mismos que habían excusado su participación en la expedición). También se nombró a Juan Ramón Dut como disecador sin contar en este caso con Puig de Galup que se encontraba en Barcelona tras haberse reincorporado a su puesto en la Universidad.

El 15 de mayo tuvo lugar la solemne apertura de la exposición que a decir de la prensa que se hizo eco del evento, tuvo un cierto éxito de público. El Museo Universal, como había hecho durante el tiempo que duró el viaje, hizo una especial cobertura de la exposición publicando la crónica de la misma y diversos grabados de objetos expuestos e imágenes del público visitante, eso sí con cinco meses de retraso.

Imágenes de la Exposición : Jardín Botánico, El Museo Universal 10 Oct. 1866

Las colecciones estuvieron expuestas hasta el 30 de junio de 1866 y en ese tiempo se vendieron más de 500 ejemplares de la memoria que redactó Manuel Almagro.

Imágenes de la Exposición : Interior Jardín Botánico, El Museo Universal 17 Oct. 1866

Una vez finalizada la Exposición del Botánico en 1866, las colecciones de invertebrados, entomológicas, ictiológicas, de aves, mamíferos, antropología y etnografía en parte fueron guardadas y en parte repartidas entre diferentes instituciones a las que el director general de Instrucción Pública notificó la posibilidad de solicitar ejemplares, lo que dio lugar a su dispersión por institutos de toda España además del Museo Naval y otras instituciones madrileñas. 

Los vaivenes de la política nacional (Revolución de septiembre de 1868, I República, reinado de Amadeo I y Restauración), unidos a una profunda crisis económica, provocaron la falta de continuidad en los trabajos científicos iniciados sobre los objetos colectados que no pasaron de ser actividades complementarias de los científicos. 

Los "tesoros" expuestos durmieron prácticamente un siglo, guardados en los almacenes de distintas instituciones, hasta que volvieron a salir a la luz, a partir de los años 80 del pasado siglo, cuando se redescubren en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid parte de las placas de vidrio hechas por el fotógrafo Castro durante su viaje americano y empezaron a ser catalogados e investigados los ejemplares almacenados. Tras un primer proceso de restauración se realizó una exposición en 1992, lo que supuso un nuevo interés hacia las colecciones almacenadas.

Pacífico Inédito 1862-1866 
Exposición Fotográfica (Calatayud & Puig-Samper, 1992)

En 1926, tras la publicación de su tesis sobre la Comisión Científica al Pacífico, el agustino A. Jesús Barreiro entregó al Jardín Botánico de Madrid los apuntes botánicos de Isern, que habían permanecido olvidados. Esta recuperación coincide con un creciente interés por la recuperación científica de los materiales procedentes de las expediciones españolas, que culminó con la organización en 1929 de una Exposición Retrospectiva de Historia Natural. Su promotor, Ignacio Bolívar creó la Sección de Botánica Tropical y encargó su dirección al botánico catalán Josep Cuatrecasas, quien manifestó un gran interés en el estudio del herbario de su paisano Isern, lo que supuso el inicio de su estudio.

Las plantas de Isern en el Botánico en 1986

En 1995 se encontró en la Biblioteca General de Humanidades del CSIC el "Fondo iconográfico de Jiménez de la Espada” formado por más de medio millar de fotografías y por más de un centenar de dibujos y láminas, en su mayoría de Castro Ordoñez. Por su parte el Jardín Botánico retoma el estudio y restauración del herbario de Isern en 1996.

Imagen de la Comisión Científica del Pacífico en la exposición “Tesoros del Amazonas” 
MNCN-CSIC 2013

Es de esperar que no hayan de pasar tantos años para culminar la tarea de poner a disposición del público la totalidad de los fondos mencionados.


Para saber mas sobre la expedición:

A medida en que se va profundizando en el estudio de la Comisión Científica del Pacífico (1862-1866) se va incrementando el campo bibliográfico existente sobre todo en lo que se refiere al estudio de las colecciones de objetos que se conservan. Se trata de un ámbito circunscrito en su mayor parte a miembros de la comunidad científica y solo en pocas ocasiones ha salido de éste, a pesar de tratarse de una historia que no se limita al campo de las ciencias naturales, sino que abarca otros muchos ámbitos como la historia, la geografía, la sociedad y las costumbres y por supuesto, el arte, por lo que debería haber tenido una repercusión social mucho más amplia.

De acuerdo con la información del CSIC en sus archivos de la Biblioteca General de Humanidades y del Museo Nacional de Ciencias Naturales, se custodian más de 4200 documentos, 670 fotografías realizadas en su práctica totalidad por Rafael Castro y Ordoñez por América del Sur, Central y California, láminas y dibujos de grafito y color en su mayoría inéditos, realizados por el mismo Castro Ordoñez, por Marcos Jiménez de la Espada y por el pintor Díaz Carreño. A pesar de su aparente disponibilidad he encontrado dificultades para acceder a esa documentación e imágenes, aun siendo un centro público de investigación que debería ser modélico a la hora de compartir la información.

Mi recomendación para conocer la interesante historia de la Comisión Científica del Pacífico, es la de acudir a las fuentes primarias: las crónicas y diarios de la época. Además de la "Breve descripción de los viajes..." de Almagro, anteriormente mencionada, las crónicas de Rafael Castro Ordoñez, publicadas por la revista El Museo Universal, entre 1863 y 1866, disponibles en la Hemeroteca de la BNE, que serán comentadas en otra entrada de este blog,

En cuanto a los Diarios escritos por los propios científicos tienen el interés de la inmediatez y dejan ver el talante de cada uno de los comisionados. El padre Agustín J. Barreiro quien dispuso de ellos para la redacción de su tesis doctoral en 1926, decide publicar el de Jiménez de la Espada en 1927 por considerarlo el mejor. Opinión con la que estamos de acuerdo ya que además de su amena lectura nos da a conocer al investigador romántico que no se arredra ante las dificultades. En cuanto al perdido Diario de Amor, del que hemos hablado en su pequeña biografía, solo quedan de él escasos testimonios en alguna de sus descripciones publicadas en la prensa de la época y en algunas de sus cartas.

El más completo es el de Martínez y Sáez, quien como secretario primero y presidente de la Comisión después, no dejó de escribir ni un solo día desde el 10 de Agosto de 1862 hasta mediados del mismo mes de 1865, pero la carencia de un estilo narrativo ameno como el de Jiménez de la Espada y su visión siempre crítica y algo pesimista, no invita a la lectura.

El botánico Isern escribe notas sobre el viaje y alguna crónica en el Diario Médico que han sido recogidas y publicadas en forma de diario personal en El estudiante de las hierbas, publicado en 2006.

De Puig de Galup, además de la correspondencia dirigida a su mentor Graells (que ha sido publicada en el Diario de Isern mencionado) también se conservan las crónicas que envió al Diario de Barcelona y que se publicaron en varios periódicos de la época.

Finalmente de Almagro no sabemos que escribiera diario alguno, a pesar de que el Reglamento establecía la obligación de que cada uno de los individuos debía llevar un libro de anotaciones, pero nos dejó  la "Breve descripción de los viajes hechos en América por la Comisión científica enviada por S.M.C. durante los años 1862 a 1866". Madrid 1866, en el que encontramos una visión completa descriptiva y crítica del desarrollo de la Comisión científica desde su preparación hasta la realización de la exposición con la que culminará en Madrid en 1866.

De los libros publicados los siguientes además de ser los primeros, ofrecen una interesante visión de conjunto:

Agustín Jesús Barreiro, "Historia de la Comisión Científica del Pacífico, 1862 a 1865. Madrid. 1926. Interesante estudio para el que el autor utilizó la documentación directa de la expedición, tanto los documentos de carácter oficial como los diarios escritos por los propios componentes, e incluso su correspondencia, a partir de los cuales realiza un completo recorrido de la expedición y sus resultados.



Robert Ryal Miller, "Por la ciencia y por la gloria nacional. La expedición científica a América (1862-1866)" 1983. Prácticamente había transcurrido un siglo desde los acontecimientos que dieron lugar a la expedición científica del Pacífico, cuando Robert R. Miller decide investigar la historia y escribir una crónica amena y completa.

A partir de este último se han realizado numerosos estudios y publicaciones de todo tipo sobre la expedición y las colecciones en la medida en que van siendo estudiadas. Se puede consultar la información sobre la misma en la página Comisión Científica - web del pacífico - CSIC